Mi vida se debate entre el periodismo y el emprendimiento.

En la escuela apuntaba las estadísticas de los partidos de fútbol del patio, tenía fichas deportivas de todos los niños del colegio que hacían actividad físicas y obviamente esa pasión por contar lo que veía me llevó al periodismo.
No había acabado la universidad y ya tenía una página web en la que llegué a dirigir a 65 personas y movía unas 10.000 visitas diarias. Pude venderla por mucho dinero, pero tenía una idea romántica en la cabeza. Un año después la cerré.

Tenía la sensación que había comenzado la casa por el tejado siendo jefe antes de estar lo suficientemente formado y me fui al otro extremo y trabajé durante varios años en una agencia de noticias (Área11) donde podía ser anónimo y ver cuánto cuesta realmente hacer periodismo y generar dinero trabajando con un salario fijo.

Por el camino también probé en otros oficios alejados del periodismo como el IKEA y sus diferentes secciones y Correos, más adelante hasta vendería seguros en Catalana Occidente.

Sin embargo, la cabra tira al monte y el periodismo era el camino. Y podría decir que elegí mal yendo a trabajar a sitios donde no se hacía realmente periodismo, donde se hacían muchísimas noticias al día y lo importante era el click antes que cualquier otra cosa.