El año en que Kubala entrenó a Di Stéfano

Artículo publicado en la sección Historias de la Liga del magazine de Martí Perarnau (9-11-2015)

Suena utópico que en un futuro el mejor jugador del Real Madrid y el del Barça coincidan en un equipo de la liga española y que uno entrene al otro. Suena utópico que cuando tengan tiempo libre se vayan a la casa del otro a cenar y que monten amistosos donde vistan camisetas de equipos como el Deportivo de La Coruña o el Atlético de Madrid. De verdad, suena utópico en nuestros días. Sin embargo, hace cincuenta años eso ocurrió en nuestra liga. Alfredo Di Stéfano y Ladislao Kubala, los mejores jugadores hasta el momento que habían pasado por Real Madrid y FC Barcelona, coincidieron en un equipo al fin. Lejos quedaba la polémica del no fichaje de Di Stéfano por el Barça o la no llegada de Kubala al Real Madrid antes de que el argentino pisara Madrid. Esta historia se desarrolló en Barcelona, en la Barcelona del Espanyol, una en la que todavía jugaba en Sarrià.




LA COPA DE EUROPA, KUBALA, DI STÉFANO Y EL ESPANYOL

Corría el año 1961 y el mítico entrenador Bela Guttmann ganaba la primera de sus dos Copas de Europa con el Benfica. Tras levantar la segunda pidió un aumento de sueldo y fue despedido, a lo que respondió con un mensaje en la prensa que todavía se recuerda: “El Benfica sin mí nunca ganará una Copa de Europa”. Y desde entonces no ha vuelto a ganar ningún título europeo el conjunto portugués. Esa primera Copa de Europa ganada tuvo como víctima al FC Barcelona y en consecuencia a su estrella, Ladislao Kubala, quien con 34 años ya no era el jugador de antaño debido a un bajón físico y decidió colgar las botas cansado de polémicas entre kubalistas y suaristas, una batalla perdida.

Durante los dos años siguientes, Kubala se encargaría de entrenar al equipo, sin embargo, tras una mala racha de resultados en su segunda temporada acabó siendo despedido por el presidente Enric Llaudet, en la que posteriormente consideraría su decisión más dura al mando de la nave culé. Para sorpresa de todo el mundo, en septiembre de 1963 Kubala descolgó las botas para volver al fútbol en el equipo vecino, el Espanyol, algo que no gustó al aficionado azulgrana. Un año duró su fútbol en el conjunto espanyolista. El conjunto de Sarrià tuvo que jugar por la permanencia esa temporada, pero finalmente pudo mantener su puesto en la primera división y Kubala dejó el fútbol definitivamente como máximo goleador del conjunto perico con siete tantos. Dejó el césped para pasar al banquillo espanyolista.

En mayo de 1964 fue Helenio Herrera el que consiguió su primera Copa de Europa de las dos consecutivas que obtuvo. El Mago lo hizo con el Inter de Milán que lideraban sobre el Mazzola y Luis Suárez. El damnificado en esta ocasión fue el Real Madrid. Los italianos vencieron por 3-1 y algo se rompió en la casa blanca. El entrenador Miguel Muñoz y la estrella del equipo, Alfredo Di Stéfano, se culparon mutuamente de lo acontecido en aquel partido y la consecuencia final fue que una vez acabada la temporada la prensa anunció que el Real Madrid había dado la baja al argentino. Se le ofreció un puesto en el organigrama del club, pero Di Stéfano no estaba por la labor. Espanyol, Betis, Milán y el Celtic pugnaron por sus servicios, pero fue el Espanyol el que se llevó el gato al agua. Kubala, amigo íntimo del argentino, le había convencido. Di Stéfano llegó a Barcelona con 38 años, uno más que Kubala, y con un mensaje para la prensa: “Si no hubiese perdido la final de la Champions estaría en el Madrid”.




VILÁ REYES Y UN AÑO PARA OLVIDAR

El Espanyol lo presidía en aquel momento Josep Fusté, no obstante, el vicepresidente Juan Vilá Reyes era quien mandaba en el día a día. De hecho, en 1967, ya con Kubala y Di Stéfano fuera del club, se hizo con la presidencia y reunió en el equipo a una de las delanteras más recordadas de la historia del club blanquiazul: La delantera de los delfines, formada por José María, Cayetano Ré, Rodilla, Amas y Marcial. Eso solo fue la punta de un iceberg que empezó con la llegada de Ricardo Zamora, tomó credibilidad con la vuelta a los terrenos de juego de Kubala y se consolidó con la llegada de Di Stéfano. Vilá Reyes era ambicioso y quería llenar Sarrià con jugadores de prestigio, veteranos –la edad media de sus plantillas eran superiores a los 30 años–, pero reconocidos por todos, muchos de ellos salidos de Barça o Madrid. Pese a que Kubala fue el entrenador la temporada 1964-1965, eran habituales los amistosos para que pudiera jugar minutos junto a Di Stéfano, para delirio de las gradas, que se llenaban en esos casos.

En la liga, el Espanyol no coqueteó con el descenso como la temporada anterior, pero estuvo en la zona media-baja todo el año. El primer partido del curso fue caprichoso con Di Stéfano y lo llevó a enfrentarse al Real Madrid. El argentino no marcó y los blancos vencieron 1-2 con dos tantos de su antigua pareja de delantera, Ferenc Puskas. El equipo entrenado por Miguel Muñoz ganó la Liga, pero no volvió a la final de la Copa de Europa porque perdió en cuartos de final ante el Benfica. El duelo Muñoz-Di Stéfano se podría decir que acabó en tablas. El inicio del argentino en el Espanyol estuvo marcado por sus tantos, aunque esos no supusieran puntos. En su segundo partido como blanquiazul marcó en el minuto 89 para maquillar una derrota ante el Córdoba; dos jornadas más tarde hizo lo propio en Oviedo, esta vez a cinco minutos para el final del encuentro. En la quinta jornada, esta vez en Sarrià, Di Stéfano marcó al principio del partido, pero el Espanyol volvió a perder ante un Valencia que remontó antes del descanso.

El equipo dejó atrás la mala racha y cosechó varios buenos resultados antes del partido ante el Barça. Kubala se estrenó como entrenador rival en el Camp Nou con una derrota gracias a un tanto de su amigo Rifé. Di Stéfano, que vestía el número 9, ya comenzaba a mandar sobre el terreno de juego. Como organizador, el argentino fue el gran aliado de Kubala en el buen momento del equipo. Como técnico el exazulgrana destacaba por ser defensivo, basando su juego en la acumulación de hombres en su campo y en las rápidos contragolpes que iniciaba Di Stéfano. Con ese juego, el conjunto blanquiazul no enamoraba, pero conseguía algún que otro resultado bastante sólido, como el 1-4 ante el Deportivo en el que fue el mejor partido de Di Stéfano como espanyolista, con dos goles: el 0-3 y el 1-4 en el último minuto. El argentino no daba puntos.




LA BOFETADA DE DI STÉFANO

Llegados casi al ecuador de la competición, el Espanyol llegó al Vallejo, campo del Levante, en buen momento. Sin embargo, ese partido iba a traer a Di Stéfano a sus peores momentos como espanyolista. El conjunto local se adelantó en el inicio del segundo tiempo y el argentino tuvo la oportunidad de empatar pocos minutos después, pero lanzó una pena máxima al travesaño. El Levante respondió en el minuto 70 con un 2-0 que dejó el partido prácticamente sentenciado, aunque realmente quedaba mucho por contar. Cinco minutos después del tanto azulgrana, una falta sobre un jugador local acabó con una pequeña trifulca y con la intrusión en el campo del secretario técnico del Levante en aquel momento, Ramón Balaguer. El mismo se encaró con Di Stéfano y este, en un arrebato de furia, lo abofeteó. Así fue como el argentino vio la segunda cartulina roja de su carrera. La primera la había visto en 1956, tras una dura entrada en un partido ante Las Palmas. Tan dura fue que el damnificado se levantó a increpar a Di Stéfano y fue expulsado junto a la Saeta rubia.

José Luis Gómez Platas, colegiado de aquel encuentro en Valencia, estuvo durante ocho temporadas en primera división y curiosamente su única expulsión en toda su carrera fue al astro argentino. La sanción fue ejemplar y Di Stéfano se perdió dos partidos y tuvo que pagar 3000 pesetas de multa. En ese momento de inactividad llegó una inoportuna lesión que dejó al argentino dos partidos más fuera de competición y no pudo disputar el encuentro de vuelta en el Santiago Bernabéu. Allí, el Espanyol perdió por un gol de Pirri, aunque en la ausencia de Di Stéfano había podido aguantar el tipo. En ese período ganó dos partidos y perdió otros dos.

La vuelta a los terrenos de juego no trajo una gran mejoría y el conjunto espanyolista perdió los dos partidos siguientes. Sin embargo, Kubala, en su gran día en el banquillo blanquiazul, recuperó a Di Stéfano. Ante el Oviedo, el Espanyol venció con contundencia por 5-1 y el argentino abrió el marcador. De ahí al final de temporada, la Saeta solo anotó un tanto más, curiosamente ante el Levante, esa vez para abrir el marcador. Pese a sus 38 años, Di Stéfano disputó todos los minutos de los 24 partidos que disputó, a excepción de los quince que se perdió por la citada expulsión. Incluso llegó a disputar un partido de 130 minutos en la Copa del Generalísimo.




EL PARTIDO DE LOS 130 MINUTOS Y EL HIJO DE KUBALA

Con el campeonato de liga ya acabado llegó el turno de la copa, y en dieciseisavos de final al Espanyol le tocó enfrentarse al Sporting de Gijón, en lo que podría calificarse como la eliminatoria eterna. Hasta cuatro partidos se tuvieron que disputar para deshacer la igualdad entre ambos equipos. El primero lo ganaron los asturianos por 3-1, y en la vuelta venció el Espanyol por 2-0 lo que llevó la eliminatoria a un tercer partido de desempate que acabó con empate. Se tuvo que realizar un cuarto partido que se acabó decidiendo en el minuto 125, a falta de cinco minutos para la finalización de la cuarta prórroga de diez minutos (la tanda de penaltis no se utilizaban todavía). En ese último encuentro, el famoso partido de los 130 minutos, ya no estaba Kubala en el banquillo, pues había dimitido dejando su puesto a Pere Solé, quien vio cómo el Sporting eliminaba al Espanyol al ganar 2-1 aquel partido.

En los dos últimos partidos de liga, Kubala había puesto como titular a su hijo Branko, que tenía 15 años y nunca volvió a jugar en primera división. El nivel del hijo de Kubala no estaba al nivel de la plantilla y eso se lo hizo ver la afición sobre el terreno de juego en aquellos partidos y posteriormente la directiva blanquiazul antes de disputar el último partido de desempate de aquella Copa del Generalísimo. Un telegrama prohibiendo la alineación de Branko fue la gota que colmó el vaso. Kubala se negó a volver a sentarse en el banquillo del Espanyol. Así acabó la unión de Di Stéfano y Kubala en el conjunto blanquiazul, con Di Stéfano como máximo goleador del equipo (igualando los siete anotados por Kubala el año anterior) y el húngaro consiguiendo que el equipo mantuviera con holgura la categoría. El argentino siguió un año más en el Espanyol, en el que marcó cuatro goles, pero ya nunca fue igual que con su gran amigo Kubala en el banquillo.

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