Cuando Helenio Herrera entrenaba a equipos pequeños

Artículo publicado en la sección de Historias de la Liga del magazine de Martí Perarnau (2-11-2015)

 

“Una vez un periodista me preguntó por qué dirijo sólo equipos grandes, pues porque los pequeños no pueden pagarme”.

Esta frase se le atribuye a Helenio Herrera a mediados de los años 60. En aquella época el mágico técnico dirigía al mejor Inter de Milán de la historia, equipo en el que logró dos Copas de Europa y tres campeonatos de liga demostrando que era el entrenador del momento. Si bien es cierto que desde que dijo esa famosa frase ya no volvió a entrenar a ningún equipo pequeño, excepto al Rimini Calcio en la temporada 1978-1979 cuando llevaba ya cinco años alejados de los banquillos (pese a su fichaje no pudo salvar al conjunto italiano del descenso de la Serie B a la Serie C1), Helenio Herrera sí tuvo varias experiencias en equipos pequeños en el fútbol español.

De hecho, los inicios en España del técnico nacido en Buenos Aires fueron en el Valladolid, donde llegó la temporada 1948-1949 procedente del cuerpo técnico de la selección francesa, donde estuvo ayudando a un personaje singular en el mundo del fútbol como es Gabriel Hanot, quien ejercía de seleccionador y a su vez de periodista en L’Equipe. De hecho, él mismo provocó su destitución tras una derrota de su equipo que criticó duramente con una columna sin firmar en el prestigioso diario francés. A Hanot se le atribuye también la creación del Balón de Oro, para que nos hagamos una idea de la categoría del personaje.

El Valladolid era un equipo recién ascendido y El Mago, como se conocía a Herrera, consiguió que se mantuviera en la máxima categoría, lo que propició su fichaje por el Atlético de Madrid la temporada siguiente. Su propio ayudante en aquella temporada, Antonio Barrios, ya advertía la ambición de Helenio Herrera en aquella época: “Siempre pensaba en el dinero”. En Valladolid se pudo ver una faceta extraña del técnico, que demostraba con sus declaraciones que la principal intención que tenía con ese equipo era ganar partidos en su propio estadio. Su balance como visitante dejó mucho que desear: 13 partidos y 13 derrotas con 14 goles a favor y 50 en contra. Su Valladolid se salvó por un punto del descenso.

Fuera de la temporada de debut en la liga española con el Valladolid, Helenio Herrera tuvo otra temporada en un equipo pequeño antes de que dijese esa frase. La temporada 1952-1953 fue de lo más extraña para el argentino. Tras tres años de éxito en el Atlético de Madrid, su cuarto curso no empezó nada bien y en la jornada 17 finalizó su etapa en el banquillo rojiblanco tras una racha de dos empates y siete derrotas en los últimos nueve partidos. El Málaga, con una victoria por 1-3 en el Vicente Calderón, acabó con Helenio Herrera. El conjunto malacitano iba a ser el encargado de acoger al técnico tras su salida del club madrileño.

Helenio Herrera solamente estuvo una jornada fuera de los banquillos y en la 19ª ya se hizo cargo del Málaga. Se da la extraña circunstancia de que el anterior entrenador malacitano, Antonio Iznata, Chales, tuvo que dejar la dirección del equipo después de cuatro partidos en los que había sumado dos victorias en los dos últimos encuentros, ambas contra equipos de la élite de la liga: 1-3 al Atlético del propio Helenio Herrera y 2-1 al famoso Barça de las cinco copas de Fernando Daucik, que en aquel momento contaba con la baja de Ladislao Kubala por tuberculosis. El futuro de Chales ya estaba marcado. Helenio Herrera presenció desde la grada el partido ante el Barça y dos días más tarde firmó su contrato con el que se ligaba por los malacitanos hasta final de temporada por cien mil pesetas y cincuenta mil más en caso de aguantar la categoría de un equipo que en ese momento era penúltimo en la clasificación.

En aquella época, Helenio Herrera no renegó de la humildad del club malacitano, aunque cabe reconocer que Málaga tenía algo especial para el técnico: su familia era de esa tierra. En su paso por ese banquillo los resultados no acabaron de acompañar al argentino, que solo pudo sumar cinco victorias y un empate en once partidos, cosa que no fue suficiente para mantener la categoría. Sin embargo, dejó una de las noches más memorables que ha vivido el malaguismo. Helenio Herrera consiguió derrotar al Real Madrid como nunca lo había logrado y como nunca más lo lograría: 6-0. Aquel Madrid contaba con algunos jugadores que seguro aprendieron mucho para su posterior época triunfal como entrenadores, como eran Miguel Muñoz, Luis Molowny o Roque Olsen. En aquella ocasión, Helenio Herrera había enseñado su magia.

Ante la prensa, Ipiña, técnico del Real Madrid, solo pudo alabar a sus jugadores explicando la derrota con lo que actualmente se reconoce como el señorío blanco. Sus palabras nos dan un fiel reflejo de la época: “Ningún pero a la brillante victoria del Málaga (…) Hay que alabar la serenidad y el deportivismo con el que ha sabido encajar la derrota el equipo. Ni un mal gesto, ni una protesta ni una violencia. Un conjunto de deportistas y de caballeros. Acostumbrados a ganar, cuando la derrota ha sido para ellos la han aceptado como era, sin paliativos”.

Aquella victoria acabaría quedando en nada, ya que el Málaga no pudo mantener la categoría. No obstante, la temporada no acabó ahí para Helenio Herrera y tras salir a mitad de año del Atlético y descender al conjunto malacitano, al argentino se le planteó una nueva oportunidad a gloria o muerte. El Deportivo de La Coruña, otro equipo de esos pequeños, lo contrató para la promoción de permanencia en primera división. En aquella temporada, la liga tenía un formato de permanencia que enfrentaba en una liguilla al 13º y 14º clasificado de primera junto a los dos primeros clasificados de los dos grupos que constituían la segunda categoría del fútbol español en aquel momento. En total, diez partidos entre seis equipos y solo dos plazas para el siguiente campeonato de primera división.

Helenio Herrera llegó al banquillo gallego al tercer partido de la promoción de permanencia cuando el Deportivo contaba ya con una derrota y un empate en su casillero. Llegó, ganó al Áviles y luego sufrió dos derrotas, pero supo darle la vuelta a la clasificación y se lo jugó todo en el último partido ante el Celta de Vigo, el otro equipo de primera que estaba en dicha promoción. El Deportivo venció y el Mago se pudo apuntar un éxito en forma una permanencia en su palmarés, aunque posteriormente el Celta, pese a quedar tercero, puesto que hubiese ocupado el Deportivo de perder ese partido, también pudo mantener la categoría debido a que el España Industrial, el equipo que quedó segundo en la clasificación, no pudo ascender por ser filial del Barça.

Tras la promoción, el Mago puso fin su vinculación con el Deportivo y firmó con el Sevilla, confirmando su vuelta a la élite del campeonato. A partir de ahí ya no volvería a coger un equipo pequeño, de esos que no le podían pagar. Quince años más tarde, posiblemente en una época cercana a la cita inicial, el propio Herrera, autor de frases inolvidables, reconocía: “Muchos me creen omnipotente porque dicen que conozco todo. Eso no es verdad, jamás conocí el fracaso y estoy orgulloso de eso”. Por lo visto, la memoria no era la mejor virtud de uno de los entrenadores más especiales que han pasado por nuestro fútbol.

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